Cuando desplegamos redes FTTH en entornos rurales, semiurbanos o industriales, cada empalme cuenta: es ese punto discreto donde se decide si la experiencia del usuario será fluida o frustrante. Al unir dos tramos de fibra mediante fusión, no solo buscamos conexión física. Buscamos continuidad de experiencia, estabilidad, eficiencia y durabilidad. Un empalme bien ejecutado consigue alineación microscópica de las fibras, mínima pérdida de señal, protección contra humedad y una transmisión homogénea y duradera de la información.

Realizar empalmes sin precisión técnica puede generar atenuaciones innecesarias, desconexiones intermitentes, fallos totales y daños por humedad. En zonas dispersas, un único empalme defectuoso puede dejar sin servicio a una comunidad completa. Para el usuario, esto se traduce en videollamadas entrecortadas, streaming interrumpido, teletrabajo imposible o latencia en juegos online. En definitiva, una experiencia digital insatisfactoria.

Hay indicadores que muestran claramente el impacto de un empalme bien o mal ejecutado: atenuación por tramo (dB), que idealmente debe ser menor a 0,3 dB por empalme; MTBF (tiempo medio entre fallos); número de incidencias por zona; y porcentaje de velocidad real entregada respecto a lo contratado. Cuando se reparan empalmes defectuosos, estas métricas mejoran notablemente, reduciendo solicitudes de soporte, aumentando la estabilidad y elevando la satisfacción.

Para que un empalme sea de alta calidad, es imprescindible emplear dispositivos como fusionadoras avanzadas, que alinean núcleos con precisión; asegurar un corte limpio y perpendicular (90°) de la fibra, vital para empalmes robustos; mantener una limpieza estricta y utilizar protecciones adecuadas como sleeves termo-retráctiles; comprobar cada empalme con OTDR o equipos similares que detectan pérdidas, dobleces y ubicaciones exactas de problemas; y documentar técnica y gráficamente cada punto intervenido como parte del control de calidad.

En un caso real que atendimos, varias comunidades rurales denunciaban cortes frecuentes de conexión. Detectamos empalmes mal ejecutados en una caja de distribución externa. Tras rehacerlos con fusión y protección adecuada, las incidencias se redujeron en un 90 % y la velocidad real subió del 65 % al 95 % de lo contratado. En otra intervención, identificamos una unión afectada por humedad, responsable de desconexiones recurrentes. Una reparación eficaz eliminó por completo las caídas en ese tramo.

También existen casos donde el empalme mecánico es una alternativa viable, especialmente en acometidas: más rápido de ejecutar y menos costoso. Aunque puede ofrecer pérdidas tan bajas como 0,1 dB con gel de adaptación, su aplicación requiere atención y calidad en corte, y suele utilizarse en zonas donde la reorganización futura del cableado es probable.

El procedimiento ideal de empalme por fusión sigue estos pasos:

  1. Retirar el recubrimiento de las fibras y limpiarlas con alcohol isopropílico.
  2. Cortar con precisión en ángulo de 90 °.
  3. Alinear los núcleos en la fusionadora y ejecutar la fusión.
  4. Revisar la pérdida estimada proporcionada por el equipo.
  5. Colocar sleeve protector y documentar.
  6. Verificar el resultado mediante OTDR u otros test de calidad

Un empalme bien hecho no es un lujo, es una necesidad: mejora la calidad del servicio, reduce los costes operativos, minimiza las incidencias y fideliza al cliente. Ejecutar cada unión con rigor técnico y detalle humano es la combinación perfecta entre precisión y cercanía. En Fibritelia trabajamos para que cada empalme sea una garantía de estabilidad.

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